Cuando me decidí a emprender la búsqueda de un EVS, no pensaba en Turquía como un posible destino, ni siquiera sabía que me podía ir allí. Al pensar en Turquía lo único que podía decir era Estambul, Ankara y Capadocia. Bueno, alguna otra cosa más: golpe de estado y ataques terroristas. No sabía nada pero sentía una increíble atracción por descubrir este país.
Dejando a un lado las continuas charlas de porque no debería ir a Turquía por su inestable situación, decidí adentrarme en esta aventura. Más que miedo sentía impaciencia y curiosidad, mucha curiosidad. Tenía dudas acerca de todo: ¿cómo será la comida?, ¿cómo será la gente?, ¿podré ponerme esta falda?, ¿será caro?, ¿lograré mantener una conversación en inglés?, etc. A mis 23 años recién cumplidos nunca había viajado sola y, después de acabar la carrera y sentir ese vacío y esa incertidumbre de futuro, sabía que era el momento perfecto para hacerlo.
Nunca me hubiese imaginado que solo dos meses podían hacerte sentir como si hubieses vivido otra vida entera al conocer a tanta gente, tantos sitios y tantas cosas distintas. Mi compañera de aventura fue Andreea, una chica rumana que se convirtió en mi kanka (palabra muy utilizada en turco para denominar a un buen amigo), y nuestro destino Pamukkale Belediyesi (Ayuntamiento de Pamukkale). Juntas realizábamos cursos con niños y adolescentes provenientes de familias con desventajas económicas en el ayuntamiento y en un centro joven. Además, colaborábamos con un equipo de baloncesto en silla de ruedas. Como psicóloga, también estuve en un centro social del ayuntamiento conociendo su forma de trabajar allí.
A parte de nuestro “trabajo”, del que obtuvimos mucho, lo mejor para mí ha sido conocer una cultura asombrosa, una mezcla de lo occidental y lo oriental. Una cultura que me ha hecho sentir como nunca antes me había sentido al compartir tanto con gente nueva, única y distinta, pero a la vez con tus mismas inquietudes, miedos y preocupaciones de futuro. Un momento que nunca olvidaré fue un día con la madre y la tía de una amiga turca. Estuvimos comiendo en el suelo y riendo. Riendo muchísimo aún sin poder hablar con las mujeres ya que ellas no hablaban inglés y yo no hablaba turco. Bailamos canciones turcas y nos tiramos al suelo de la risa. Aún me veo a mi en el salón, riendo y bailando con dos mujeres que acababa de conocer, con sus pañuelos y sus faldas largas y esa sensación de satisfacción plena. Ojalá pudiéramos inmortalizar junto con las fotos todo lo que te ha hecho sentir ese momento.
Sin duda alguna, volvería a escoger Turquía como destino. Porque Turquía es mucho más que ataques terroristas… Es un vaso de té a todas horas, más abrazos que besos, tazas de café que revelan el futuro, son pies descalzos en casa y zapatos a la entrada, desayunos abundantes y platos de cuchara increíbles (sí, no solo en España comemos bien), viajes en autobuses maravillosos (te ofrecen bebidas y comida gratis, tienes wifi y hasta tele), es escuchar la llamada al rezo 5 veces al día y entender una religión distinta, paisajes increíbles, sonrisas sinceras, es confianza, generosidad y cercanía, es… un país mágico.
Viajar no es solo llevar vuestro cuerpo a otra ciudad o país, es trasladar vuestra vida, vuestros amigos, vuestra familia, vuestras costumbres, vuestra historia… y permitir que se mezclen con las de los demás creando algo único. Conoced y adentraos en el nuevo destino hasta que sientas que este ha dejado una huella en ti, que tú serás siempre parte de ese lugar como ese lugar será siempre parte tuya.
Gloria